- Yo así no puedo. No puedo cambiarte.
- No lo creo.
- ¡Créelo!
No es sano, lo sé. Han pasado más de tres años y tu silueta sigue intacta sobre mis brazos. Es que soy tan vulnerable (solo contigo), no puedo pensar más, tampoco menos, de hecho ni siquiera estoy segura, pero tu mínima presencia me estorba la rutina, no sigo siendo la misma si escucho oír de tu vida en medio de la mía. Aquella, que ya se ha apartado de mí, pero no yo de ella.
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